No sé si a ustedes les sucederá, pero cuando yo pienso en la posibilidad de haber participado en una guerra, quiero decir, si hubiese sido yo un soldado británico en una trinchera francesa durante la Primera Guerra Mundial, o un legionario romano en la Galia combatiendo a los bárbaros, mi sensación es invariablemente la misma: sin lugar a dudas, sería yo de los primeros en caer. Desde ya, no se trata de una certeza, sino de una corazonada de difícil comprobación, puesto que no he tenido la desgracia de haber participado en una guerra.
Creo que ha habido conflictos bélicos en la cronología de todos los países, de todos los pueblos, y no tengo ahora ganas de “googlear” este dato, que es irrelevante a este texto.
Sin embargo, no puedo dejar de considerar la suerte con la que el Destino me ha obsequiado, ya que mi generación nació, creció y vivió en Buenos Aires, Argentina, y en un tiempo en que un único y trágico conflicto armado aconteció: la Guerra de Malvinas, cuyas acciones transcurrieron en el territorio de las islas, alejadas a unos 3.000 kilómetros de distancia, y en 1982, cuando yo tan solo contaba con 13 años de edad.
Julius Hollander no corrió con la misma suerte.
A él (como a muchos otros), le tocó ser parte de una guerra que, de más está decir, no comenzó ni eligió, pero que involucró a millones y se extendió por varios continentes.
Cuando los nazis invadieron Polonia en 1939, el Destino de Julius fue sellado durante cuatro años en el campo de concentración de Auschwitz, junto a otros cientos de miles de judíos; y ni siquiera el hecho de haber sido tan solo un niño (10 años de edad tenía en 1939), pudo salvarlo de tan funesto azar, en la forma en que yo evité participar en la Guerra de Malvinas.
Julius Hollander sobrevivió a Auschwitz, y ese solo evento lo califica como un fuera de serie. Sin embargo, para mí, también el hecho de haber sido Julius, y no yo quien hubiese tenido que pasar por ese tormento, lo convierte en el ser admirado que vivió lo que a mí jamás me tocaría vivir. Y todos sabemos que Dios sólo exige ciertos sacrificios, a quien Él sabe que puede con ellos.
Tal vez coincidamos en que los relatos más interesantes de una historia “basada en hechos reales”, son los que el mismo protagonista cuenta. No tengo intención, aquí y ahora, de escribir o comentar acerca de su vida de casi un siglo de duración. Para quienes deseen conocer más acerca de Julius, pueden hacerlo leyendo su libro (foto), que abunda en datos históricos y en anécdotas, terribles algunas, felices otras.
Deseo, en cambio, aprovechar el tiempo de ustedes para decirles que Julius fue mi amigo. Así me lo hizo saber todas las veces en que fui invitado a su casa; y en todas las ocasiones en que él visitó la nuestra. Mi padre, era como su hermano.
Sólo permítanme en esta ocasión, decirles que cada vez que yo saludaba a Julius, cada vez que estrechaba su mano y veía el número fatal tatuado en su antebrazo (161214), cada vez que lo besaba en su mejilla, una sensación de orgullo y de felicidad recorría mi espíritu, mi alma curiosa de historiador. Julius era un trozo de Historia, un ser humano que el Destino convirtió en un libro abierto (aun sin él desearlo), un cronista del drama y de la alegría, y como ya he dicho, el reflejo de lo que a mí jamás me ha tocado vivir.
Julius era, también, un ser humano con lágrimas que brotaban de sus ojos azules cada vez que recordaba a su padre, o a su hermano Edward, o al resto de su familia asesinada años atrás, cuando el mundo estuvo en guerra.
muy emocionante lo escrito sobre Julius, muy agradecida, tuve la suerte de conocerlo cuando tenia 17 años y el 29 y partir de alli, toda una vida hasta que Dios se lo llevo !!
Me encantó! Me puso la piel chinita y los ojos de Remy 🥹